Durante este proceso puede ocurrir que la expansión de la oferta monetaria se descontrole como consecuencia de financiar los desequilibrios fiscales de forma persistente. Bajo este escenario, como lo muestra la evidencia empírica, generalmente se presentan episodios de espirales inflacionarias o inclusive de hiperinflación.

¿Qué es la hiperinflación? Según el economista Phillip Cagan (1956) sucede cuando se registran aumentos generales de precios de 50% o más de manera intermensual.  Las hiperinflaciones modernas aparecieron en su mayoría entre la década de los años 80 y 90 en Latinoamérica, como lo menciona Reinhart y Savastano 2003, y estas no surgieron de manera espontánea.

Provienen de procesos relativamente largos donde coincidieron inflaciones altas y un crecimiento desmedido de la oferta monetaria, como resultado del financiamiento de déficits fiscales altos y crónicos. 

Son diversos los casos de hiperinflación: como el de Argentina entre mayo de 1989 a marzo de 1990, Bolivia entre abril de 1984 a septiembre de 1985, Brasil entre diciembre de 1989 y marzo de 1990, Perú entre julio de 1990 y agosto de 1990, Nicaragua entre 1986-1991 y más recientemente en Venezuela, entre 2017-2021. En los casos anteriores se observaron inflaciones entre 6,000% y 67,000%.

La hiperinflación no sólo implica la reducción acelerada del poder adquisitivo, también conlleva paulatinamente al colapso del sistema financiero y a un aumento de la pobreza y de la desigualdad.  En todos los casos, para enfrentar la hiperinflación fue necesario un ajuste fiscal importante para reducir el déficit y otorgar mayor independencia al banco central, que implicó la prohibición de utilizar la emisión monetaria como financiamiento gubernamental.

A partir de estas experiencias se han aprendido algunas lecciones para evitar situaciones de hiperinflación que se resumen en: Primero, el control fiscal que siempre será central para mantener una inflación moderada. Segundo, financiar la operación del gobierno a través de otras fuentes como títulos valores (externos o internos), préstamos, mejorar la recaudación de impuestos entre otros. Tercero: bancos centrales independientes y con objetivos precisos. 

Para concluir a manera de anécdota, una vez un economista en tono de broma dijo “IMF stands for It´s Mostly Fiscal”, y tenía razón, al final del día casi todo tiene que ver con lo fiscal.