Con el transcurso de los días, los casos de coronavirus se incrementan, los muertos por la moderna plaga se elevan y su sombra mortífera se extiende por todos los continentes.

El mundo entero está en vilo. Desde su nicho en Asia, los casos se propagaron hacia Europa y nuestro continente, América, donde Estados Unidos y Brasil ya reportan cuadros del Covid-19.

En lo que nos compete a los hondureños, sabemos que más de cien mil compatriotas residen en algunos de los países más golpeados por la peste.

En nuestro territorio, el peligro se cierne de manera real y no artificiosa. Las autoridades del sector salud han puesto en vigor un plan de emergencia y aprobado una línea presupuestaria de 110 millones de lempiras, de los cuales 45 millones están habilitados.

En ese contexto, los burócratas que gestiona el sistema asistencial del país afirman que se ha comenzado a levantar un inventario de todos los insumos requeridos e identificado los espacios donde funcionarían las salas de aislamiento de los potenciales pacientes.

La clave está en fortalecer las medidas epidemiológicas y estrechar el cerco para evitar el ingreso del virus en Honduras, donde ya quedó demostrado que es -quizás- el país menos preparado para hacerle frente a una situación de semejante magnitud.

El aparato de salud hondureño es significativamente débil. Tenemos un desbaratado sistema hospitalario, a lo que se suman la falta de preparación especializada del personal y la endeble concienciación de la sociedad sobre cómo proceder ante un enemigo mortal como es el coronavirus.

Nuestro desafío es gigante. La Organización Mundial de la Salud ha lanzado una alerta punzante: Hay que prepararse para una potencial pandemia.

Haciéndonos eco de lo que han explicado los científicos y expertos en epidemiología, No podemos asumir que no tendremos cuadros positivos de coronavirus, tarde o temprano, porque ello sería un error fatal.

Esta advertencia estremece. Los hondureños nos encontramos "indefensos", "altamente vulnerables" y "desnudos" ante al ataque del virus de neumonía agresiva.

Frente a las emergencias sanitarias que nos han zarandeado con fuerza, la constante en nuestro país ha sido la lenta reacción y una pasmosa actitud respecto a la toma de medidas oportunas y certeras.

Lo mismo ha ocurrido con motivo de la urgencia por el coronavirus. Ahora mismo, tenemos delante nuestro un ejemplo palmario: El Salvador y Guatemala dieron marcha, con mucha antelación, a disposiciones restrictivas e inflexibles de monitoreo y vigilancia encaminadas a cerrarle todas las puertas al coronavirus.

¿Y nosotros? Justo ayer fue promovido un mínimo programa de contingencias. ¿Estamos en el letargo o dormidos sobre planes que están plasmados en el papel, mientras el virus se expande por el mundo y agranda su sombra sobre nuestro empobrecido país y nuestra población enferma?