No es una mera declaración, es un hecho incuestionable que el Valle de Sula es el polo de la actividad económica y la columna vertebral de la producción del país.

Esta franja, bañada por los ríos Ulúa y Chamelecón, aporta el 65 por ciento del Producto Interno Bruto del país, un indicador que refleja por sí mismo la importancia que tiene el Valle de Sula en la generación de riqueza en Honduras.

Contradictoriamente, es una región muy afectada por el desordenado crecimiento urbano, el desempleo, los racionamientos de energía eléctrica, el atraso en la ejecución de obras de infraestructura y de mitigación, así como por la invasión de tierras productivas.

El 30 por ciento de la población nacional reside en el Valle de Sula, lo que hace que las demandas de atención y asistencia hayan crecido de una manera descomunal, mientras los gobiernos locales han perdido su capacidad de gestión para el desarrollo.

En esta franja del territorio nacional se encuentra instalada más del 80 por ciento de la industria manufacturera y textil de Honduras; no obstante, las condiciones desfavorables para la competitividad han incidido en el retiro de varias empresas y, consecuentemente, en la pérdida de plazas laborales en serie.

Entre diciembre de 2023 y marzo de 2024 fueron cerrados 60,000 trabajos, debido a muchos factores entre éstos la desaceleración en el crecimiento de la economía, la inseguridad jurídica que está ligada con la ocupación de tierras productivas, y la eliminación de la Ley del Empleo por Hora por motivaciones esencialmente populistas.

Por otra parte, las interrupciones del fluido eléctrico han venido a ponerle la lápida a muchas empresas e industrias de la zona norte, ya que ocasionan pérdidas de entre 15 y 20 millones al día.

Los “apagones” también han sido el tiro de gracia para los micro, pequeños y medianos negocios. Muchos han tenido que cerrar y otros han caído a su mínimo rendimiento.

El Valle de Sula es, en estos mismos términos, una región mucho más vulnerable a los embates de la naturaleza. Frente a ello, las autoridades han mostrado desinterés en cuanto al desarrollo de proyectos de respuesta a las contingencias.

Los informes del Gobierno Central concluyen que en esta región es necesario llevar a cabo 23 proyectos de intervención; de éstos, apenas siete están en desarrollo, pero con ribetes de irregularidades en los procesos de licitación.

Estancados permanecen, asimismo, los grandes proyectos de construcción de las represas El Tablón, Jicatuyo y Los Llanitos, cuyo costo se estima en 1,800 millones de dólares.

¡Qué pena que nuestro principal polo de desarrollo, el Valle de Sula, se derrumbe entre el desempleo, el obsoleto sistema de energía eléctrica, la incertidumbre jurídica, el abandono de las obras de infraestructura y, ¡cómo no! la politización!