Nuestro sistema educativo público está aplazado en todas las materias y en franco retroceso.

La excluyente cobertura, los altos niveles de deserción, el mediocre rendimiento de los alumnos y el insuficiente desempeño de los maestros, no son simples problemas. Describen la pobreza de nuestra enseñanza-aprendizaje.

Los puntos críticos de la educación hondureña no se quedan reducidos ahí. Unos ocho mil centros de enseñanza a nivel nacional no tienen conexión a energía eléctrica y alrededor de seis mil establecimientos escolares carecen del servicio de agua potable.

Estos datos se traducen en que más de 40 por ciento, si no es que el 50 por ciento de las escuelas, no disponen del vital líquido en tanto que siete de cada diez centros tienen una infraestructura casi destruida.

No está definido a cuánto ascenderían los gastos para dotar de energía eléctrica a los centros escolares en los que no existe acceso a ese servicio. 

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Y en lo que respecta a la conexión al servicio de agua potable, hasta hace un año se estimada que el Gobierno tendría que destinar cerca de 500 millones de lempiras y otros 400 millones para ser invertidos en el sistema de tratamiento de aguas residuales.

Si hacemos referencia al estado de la infraestructura, el panorama es desolador: siete u ocho edificios escolares deben ser reconstruidos, porque están muy deteriorados o ya se vinieron abajo, a un costo que -en una década- subió de mil a tres mil millones de dólares.

Las escuelas deben disponer de estructuras físicas seguras y con la dotación de los servicios básicos que garanticen la permanencia y la salud de la comunidad educativas.

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Éstas son, sin embargo, las facilidades de las que carecen nuestras escuelas. ¡Qué infortunio que nuestra Honduras no pueda avanzar hacia una educación de calidad, pertinencia y equidad!

Los altos funcionaros del ramo habían planteado como las prioridades del presente período lectivo la intervención de los centros de enseñanza que se derrumbaron o están a punto de hacerlo, la dotación de equipo tecnológico y mayor cobertura

Pero, entre las promesas de una reforma académica y la situación desastrosa en que se encuentra nuestra educación en el plano de la realidad, hay mucha distancia. Si algo es urgente es darle “un vuelco” a nuestro sistema de enseñanza-aprendizaje en todos los niveles.

Los especialistas en ciencias de la educación sostienen que así lo deberían de comprender las autoridades gubernamentales, y no tropezar en discusiones sobre la refundación morazánica e ideológica de la educación, ni azuzar peleas entre funcionarios del mismo partido en el poder en torno a cómo gestionar las políticas públicas.

Las condiciones desfavorables en que son impartidas las clases y el pobre entorno en que son formados nuestros menores en las escuelas y colegios son muchas y representan una "historia muchas veces contada" y una deuda que nunca ha sido saldada.

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