Pero, en los últimos meses, muchos menos barcos han realizado ese recorrido. La Autoridad del Canal de Panamá (ACP), que asigna las reservaciones, redujo este número a 24. El 1 de diciembre bajará a 22 y a partir de febrero solo podrán cruzar 18 barcos por día.

La reservación de muchas de estas vacantes está disponible con bastante antelación a un precio fijo, pero una pequeña cantidad de opciones de último momento se retienen y se venden al mejor postor. Desde el 1 de noviembre, cualquier operador con deseos de conseguir un puesto durante la semana siguiente ha tenido que utilizar el sistema de subasta.

Reducir el tráfico y aumentar los ingresos de las subastas no es una estrategia premeditada de la ACP para hacer dinero. Por el contrario, es una acción a la que se ha visto obligada tras un prolongado periodo de sequía registrado este año.

El agua de lluvia es esencial para el funcionamiento del canal, ya que este se encuentra situado a 26 metros sobre el nivel del mar y necesita agua dulce para operar la serie de esclusas que levantan a los barcos a fin de que que estos puedan entrar y salir. Cada tránsito utiliza una media de 200 millones de litros de agua, el equivalente al contenido de 80 piscinas olímpicas.

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La mayor parte de las precipitaciones ocurren durante una temporada de lluvias que va desde mediados de mayo hasta mediados de diciembre, esta es causada por un sistema climático conocido como Zona de Convergencia Intertropical (ZCIT) que se desplaza a través de todo el territorio panameño.

Por lo general, esta lluvia rellena varios embalses artificiales, el mayor de los cuales es el lago Gatún, que a su vez alimenta las esclusas del canal. Pero la ZCIT quedó estancada al sur de Panamá.

Es habitual que los niveles de agua en Gatún aumenten entre 1 y 3 metros durante la temporada de lluvias, pero este año se mantuvieron estáticos (ver gráfico). Octubre fue el mes más seco desde 1950.

Además, una vez que los niveles de agua caen por debajo de cierto punto, se necesitan medidas para evitar que los enormes buques portacontenedores del tipo Neopanamax (con capacidad para transportar 120,000 toneladas o 14,000 contenedores) encallen.

Aparte de frenar los tránsitos diarios, la ACP también ha tenido que reducir la distancia mínima desde el fondo del casco de un barco hasta la línea de flotación. Estos barcos tienen que reducir sus cargas hasta en un 40 por ciento para estar más altos sobre el agua. También existe la posibilidad de que se apliquen restricciones a los buques más pequeños.

Todo eso significa problemas para las rutas comerciales que dependen del canal de Panamá, sobre todo para las que van desde la costa este de Estados Unidos hasta el este de Asia. A medida que se reduzcan las cifras del tránsito, los precios de subasta aumentarán.

El 8 de noviembre, el Grupo Eneos de Japón pagó casi 4 millones de dólares, además de las tarifas de tránsito habituales, de casi 400,000 dólares, para acelerar el paso de uno de sus buques transportadores de gas licuado de petróleo. Esa fue una tarifa nunca antes vista.

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Algunas compañías podrían considerar desviar su ruta a través del canal de Suez o alrededor del cabo de Hornos. Otros pueden optar por dejar la carga en un extremo del canal y transportarla por tierra a través de Panamá, antes de volver a cargarla en el otro extremo. Pero es posible que esas opciones sean mucho más costosas.

No existe una solución rápida. Las autoridades del canal están implementando medidas para aumentar la eficiencia. El lago Gatún también proporciona agua potable a las grandes ciudades del país, por lo que el gobierno está buscando maneras de reducir el consumo público, que se cree que es el más alto por persona en América Latina. Pero tales iniciativas tendrán poco impacto.

La construcción de un nuevo embalse es la opción más drástica que la ACP está considerando. Pero para esto se necesitaría construir una nueva presa e inundar tierras en un área biodiversa.

El descontento cada vez más intenso causado por una enorme mina de cobre en Panamá se ha extendido a las calles en los últimos meses; una de las principales quejas del público es el impacto ecológico que la mina provoca, lo que hace que una nueva represa sea poco probable.

Mientras tanto, los mayores costos de tránsito pueden convertirse en la nueva normalidad. Estos costos, a su vez, quizás se trasladen a los consumidores. ¡Maldición!

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