La diferencia entre los ingresos recibidos por los empleados hondureños del sector privado y el salario mínimo se ha ensanchado más en el período entre 2011 y 2020.

Un estudio realizado con base  en la Encuesta de Hogares y en la tabla del salario mínimo negociada por los trabajadores y los empresarios, establece que en los últimos diez años los empleados de la iniciativa privada vieron incrementada la cantidad devengada desde 4,900 hasta 7,600 lempiras, correspondiente a un 75 por ciento.

Pero, en el mismo lapso de 2011 a 2020, la remuneración base pasó de 5,000 lempiras a un poco más de 10,000 lempiras, un aumento de 100 por ciento.

Esta relación se traduce en una brecha de entre 25 y 30 por ciento que se explica, en parte, porque un minúsculo porcentaje de los patronos Sí dan cumplimiento al pago del salario mínimo y porque la economía informal -con todo y sus condiciones de inestabilidad y de derechos menguados- ha crecido desproporcionadamente hasta alcanzar el 70 por ciento.

Entre 2002 y 2008, los colaboradores de las empresas y emprendimientos privados tenían ingresos más altos en comparación con el salario mínimo.

En ese intervalo, los ingresos de los empleados oscilaron entre 2,700 y 4,500 lempiras mensuales, mientras el pago mínimo acordado por trabajadores y empresarios se mantuvo entre 2,000 y 3,000 lempiras.

En los años 2009 y 2010, ambos valores (los ingresos recibidos por los colabores del ámbito privado y el salario mínimo) llegaron a un punto de equilibrio.

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Y, a partir de entonces, la cantidad recibida por los trabajadores fue ajustándose en un menor porcentaje, en comparación con los porcentajes en que ha sido revisado el salario básico.

En un mercado laboral como el hondureño, dominado por la economía irregular, las pequeñas y medianas empresas son las que terminan por ser las más impactadas por la revisión de los sueldos y salarios esenciales.

los representantes de las PYMES, aseguran que la prioridad del sector es sostener los trabajos que aún existen y evitar que se pierdan más puestos laborales o, en su defecto, que los empleos cerrados como consecuencia de la crisis sea en un número insignificante.

La estabilidad en los precios de los bienes de consumo y servicios es básico para proveer de oxígeno a las empresas que tendrán dificultades para hacer efectiva la entrega del salario mínimo.

Análisis desarrollados por investigadores de la Universidad Nacional destacan que el año pasado y como producto de la pandemia, una de cada dos empresas vieron reducidos sus flujos de caja y tampoco tuvieron la capacidad de invertir para su fortalecimiento y expansión.

El panorama tampoco es halagüeño este año, ante lo cual se ha propuesto la adopción de un nuevo instrumento de negociación colectiva del salario mínimo que incluya las variables de la productividad, la producción y el mercado de ventas.

Lo que menos conviene a Honduras es que se politice el tema del salario mínimo y que se deje marginado el análisis de la crisis económica.

En esto coinciden los principales actores del aparato productivo de bienes y servicios, como son los empleados y los empresarios que -a su vez- representan la fuerza de trabajo y la inversión de capital, respectivamente.

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