En la batalla contra el cáncer de la criminalidad, una son de cal y otras son de arena.

El enfrentamiento es desigual. Las organizaciones criminales han reforzado sus puestos y propinado contundentes golpes a través de sus líneas de extorsión, sicariato, tráfico de drogas y trasiego de armas.

En las últimas semanas, estas células de alto impacto delictivo intensificaron su embestida contra los transportistas, al grado que varios puntos de taxi han debido cerrar temporal o definitivamente su operación.

Por la misma sentencia declarada por las asociaciones ilícitas, los empresarios y operadores de varios corredores interurbanos han suspendido la circulación de sus autobuses.

La tasa de homicidios en los primeros dos meses de 2020 se ha elevado notablemente, en lo que se interpreta como un desliz frene a los malhechores que han infiltrado la institucionalidad del país.

En enero de este año, el promedio diario de asesinatos era de nueve; empero, esa relación ha pasado a 12 cada 24 horas en la primera semana de febrero.

La escalada de los grupos que siembran la zozobra se reflejó con creces al corte de 2019, después de varios años durante los cuales la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes se mantuvo relativamente a la baja.

El asesinato de mujeres, la muerte violenta de miembros de sectores vulnerables y las escenas perturbadoras protagonizadas por la criminalidad organizada, no tienen pausa.

En la guerra confesada al hampa, hay que extraer una pieza: Las fuerzas del orden han dado algunos reveses, preferentemente a individuos que ocupan cargos de liderazgo en las maras y pandillas y que están refugiados en sectores residenciales exclusivos.

Las autoridades de la Policía Nacional y del Ejército, han revelado que se le dará continuidad a los operativos dirigidos a golpear las estructuras responsables de consumar actos criminales.

Ocurre que estos "trastazos" descargados contra las mallas de forajidos no son suficientes. Resultan tibios, frente a la evolución que experimentan sostenidamente las células delictivas.

La única forma de debilitar y desintegrar a los grupos criminales, convertidos en verdaderos "engendros del mal", es yendo a la cúpula para fracturar su columna vertebral.

Frente a la transformación del modo de operación de los criminales, es esencial darle un giro radical a la estrategia de seguridad. ¿O acaso, no podemos demoler la fuerza de los extorsionadores, sicarios, traficantes de drogas y sujetos ocupados en el trasiego de armas?

¡Hay que derribar los muros detrás de los cuales están atrincheradas las asociaciones criminales!

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