Una reflexión popular reza que “en arca abierta, el justo peca” y un refrán que suele ser replicado en situaciones de apremio es aquél que asegura que “en el río revuelto hay ganancia de pescadores”.

Las proposiciones a que hemos hecho alusión son aplicadas exactamente a una condición que debe primar en el manejo de la presente urgencia sanitaria: La transparencia y la rendición de cuentas.

Porque la experiencia nuestra, en un país muy contaminado por la corrupción, es que siempre han emergido personajes o grupos opacos que han estado a la caza de situaciones como la que ahora sufrimos para tomar provecho.

Las tragedias han sido, consuetudinariamente, un terreno fértil para sujetos de esta calaña que se asocian con el ánimo de agenciarse dividendos a costa de las víctimas.

Atravesamos en estos días por una contingencia, cuyas secuelas son impredecibles. Ni siquiera sabemos en qué momento la peste podrá ser controlada y en qué hora estaríamos de regreso a la normalidad.

Para encarar el ataque del nuevo virus se ha procedido a reorientar el dos por ciento del Presupuesto de la República; esto es, una suma de seis mil millones de lempiras.

Complementariamente, el Banco Centroamericano de Integración Económica ha puesto a disposición unos 50 millones de dólares que serán canalizados para prestar auxilio a la economía que sucumbe ante la pandemia.

Y el Fondo Monetario Internacional se ha comprometido a desembolsar 143 millones de dólares en ayuda a la estrategia de combate a la crisis sanitaria y su impacto sobre el aparato económico hondureño.

Hasta la semana anterior, el Gobierno había erogado unos 1,700 millones de lempiras en transferencias municipales, adquisición de equipo médico y distribución de ayuda alimentaria, los tres rubros esenciales de atención de la urgencia sanitaria en curso.

En resumidas cuentas, en nuestro país ha sido puesta en cartera una suma cuantiosa que debe ser destinada exclusivamente para responder a las necesidades primarias en estos momentos de carestía, aflicción, temor y zozobra.

No hay que permitir que estos fondos sean sustraídos por los deshonestos, manoseados por los inmorales, colocados en arca abierta o desviados para otros propósitos; tampoco para su despilfarro en el pago de gastos burocráticos o en contrataciones improductivas o amañadas.

Los hondureños pedimos, de forma imperiosa y enérgica, que los recursos de la emergencia sean empleados con total transparencia. Todos estamos obligados a unirnos en una cruzada de veeduría implacable, vigilancia constante y de denuncia permanente.

La extraordinaria situación que experimentamos no tiene por qué convertirse en un terreno fértil para la “oscuridad”, la falta de transparencia o el aprovechamiento infame de unos pocos en medio de la desgracia de todo un pueblo. ¡Esto sería un crimen imperdonable! La rendición de cuentas es la premisa que esperamos sea privilegiada en el manejo de la crisis generada por el covid-19; jamás un festín de fondos públicos al son de la nueva realidad que nos ha impuesto el mortal virus.