A pesar de todas las disposiciones radicales que han sido puestas en marcha, en un desesperado intento por evitar la propagación del nuevo virus, un grueso porcentaje de la población no le da crédito a que estamos frente a una pandemia.

Para estos compatriotas, la vida sigue igual y todo transcurre como si no pasara nada. Hay quienes no le han dado importancia a la expansión del Covid 19.

Ellos le han restado veracidad a un hecho cierto: Que la peste llegó a nuestro territorio, que circula entre nosotros y que representa un riesgo verdadero para nuestras vidas, nuestro sistema asistencial, nuestra endeble economía y nuestra debilitada malla social.

Una muestra palmaria de la conducta indiferente, de la reacción indolente y la actitud imprudente de buena parte de la población a los llamados de las autoridades y de los expertos, es que los efectivos de la Policía Nacional y del Ejército han tenido que echar mano de sus atribuciones para hacer cumplir el toque de queda absoluto que rige en el país.

Este fin de semana, decenas de personas debieron ser requeridas por los policías y militares, pues fueron encontradas en las calles, bulevares y playas, en desconocimiento de las restricciones vigentes en todo el territorio.

Los efectivos de los cuerpos de seguridad tuvieron que desalojar a los prójimos que no han querido sujetarse al estado de excepción y pretendido desarrollar sus actividades rutinarias.

Incluso los malhechores de baja calaña y los criminales de “altos vuelos” no se detuvieron. Salieron a consumar sus actos perversos. Unos, ejecutaron homicidios y masacres; otros, violaciones; y muchos más, robos y extorsiones.

Tal parece que no hemos sopesado el peligro que supone la plaga que nos ha caído, ni sus secuelas. Un segmento importante de nuestra población está tomando muy a la ligera la diseminación del Covid 19.

Los pronósticos no son halagüeños. Nos acercamos a una treintena de casos positivos y, según los especialistas, el número de personas contagiadas podrían rondar los 300 a nivel nacional.

Según los informes de la Organización Panamericana de la Salud, en Honduras se esperan unos 46,000 episodios y, en las situaciones extremas, se ha previsto que el nuevo virus provoque la muerte de un poco más de mil contagiados.

No es posible que obnubilemos nuestra consciencia, que cerremos los ojos ante el acecho de la plaga y que nos declaremos en rebeldía frente a las medidas para prevenir una catástrofe sanitaria que vendrá si no hacemos lo que nos corresponde a cada uno.

En Italia y en España, los pobladores no tomaron al pie de la letra las recomendaciones de las autoridades y desoyeron los llamados de los expertos en virología y epidemiología.

La infección se propagó de manera monstruosa y ahora, los muertos se cuentan por millares, sus sistemas de salud están saturados y sus funcionarios de más alto rango han alertado que “lo peor está por llegar”.

En Honduras, un país con menos recursos, con la mayoría de la población en pobreza y en estado de enfermedad crónica; además, con un aparato sanitario en sus estertores, es un asunto de vida o muerte que nos quedemos en casa.

Si salimos de nuestros hogares, sólo contribuiremos a que el nuevo virus se disemine más fácilmente y que, poco a poco, la situación se vuelva inmanejable.

No salgamos de nuestros hogares, a menos que sea para atender una emergencia. En HRN, nos hacemos eco de la consigna que encierra en sí misma la esencia de salvar vidas en tiempos del Covid-19: ¡Quédate en Casa!