Es posible que al transitar por el campus de Ciudad Universitaria usted se haya preguntado cuál será el futuro de los niños que deambulan entre los edificios administrativos y de aulas con el propósito de vender cacahuates, chicles, bombones y otros dulces. ¿Cómo será la vida de ese pequeñín? ¿podrá cumplir sus sueños? y las respuestas a estas y otras interrogantes casi nunca las podremos conocer, aunque existen notables excepciones.

Este es el caso de Pedro Antonio Bustillo Roque, quien formó parte de la generación de niños que vino a la institución a vender dulces y cacahuates en las décadas de los 80 y 90 junto a su madre.

Él recordó que en ese tiempo apedreaban a los vendedores hasta que se solucionó el problema, y su madre logró obtener en el campus un puesto de venta de golosinas para sostenerlo a él y a sus cuatro hermanos, este negocio sería la fuente principal de ingresos para esa familia que ha residido en la colonia Nueva Suyapa.

Los ingresos de la venta no siempre alcanzaban y Pedro optaba por pedir a los universitarios. “No me da pena decirlo, después de vender, pedía dinero, como esos niños marginados, yo pedía para llevar el sustento a mi casa”.

Por ser el hermano mayor, le tocó la parte más dura cuando un padre abandona un hogar; ser la figura paterna y de alguna forma integrar la familia. La responsabilidad la asumió muy bien ya que “a los diez años limpiaba vidrios en los bulevares y siempre vendía chicles en la UNAH”, recordó.

Ser abogado

“Desde muy niño soñé con ser abogado y a pesar de las dificultades -generadas por-  la escasez de recursos económicos, alcancé esta meta y siento que todo se puede lograr, no importan las adversidades, eso no determina nuestro futuro. Cuando se quiere, se puede”, enfatizó Bustillo Roque, quien recibió hoy su título de Licenciado en Ciencias Jurídicas.

Este sueño comenzó cuando vendía chicles en la Facultad de Derecho y a sus clientes les preguntaba: ¿qué era estudiar derecho? ¿para qué servía? “Y cuando me di cuenta, quise ser abogado para ser la voz de todos esos niños de la calle y hoy que tengo mi título, estoy dispuesto a hacerlo”, señaló el egresado.

Para lograr esta meta de ser abogado, Pedro administraba el kiosco de golosinas con su hermano (casado y padre de una niña), quien le ayudaba en el negocio cuando debía recibir sus clases por la jornada vespertina en la Alma Máter.

Durante su carrera, Bustillo mantuvo un índice académico de 82%, pero en 2013 tuvo que trabajar a tiempo completo en el kiosco y su calificación cayó a un 68%, pero pudo superarla hasta alcanzar un 77%, que es el índice con el cual se graduó.

Júbilo 

Por otra parte, fue evidente el orgullo y la alegría manifestada por la mamá de Bustillo Roque, al ver que su hijo con birrete y título en mano cumplió un anhelado sueño, pese a que su familia estaba desintegrada y se tenía recursos económicos limitados. 

Asimismo, sus hermanos han seguido el ejemplo del joven abogado porque una de sus hermanas viajó a España en busca de un mejor futuro y se le dio la oportunidad de estudiar una Licenciatura en Recursos Humanos. Sus otros hermanos cursan educación secundaria y estudian en la Universidad.

Más sueños

Bustillo Roque tiene más metas que cumplir, porque estudiará en el corto plazo una Maestría en Criminalística,  es muy probable que comience a trabajar en los próximos días y no descarta dedicarse a la docencia universitaria.

Conoce más sobre la historia de Pedro en el siguiente enlace: Pedro Antonio, un microempresario que se esfuerza por ser abogado.

Fuente: Presencia Universitaria