¿Hasta qué punto la política llegó a contaminarse por la infiltración de redes delictivas en Honduras?

La pregunta es difícil de responder y el análisis de su contenido mucho más enredado. Lo cierto es que han levantado una verdadera polvareda las revelaciones de testigos claves de narcotraficantes en el juicio evacuado en Nueva York, contra Antonio Hernández.

Como se sabe, en este proceso salieron a relucir los nombres de  políticos hondureños de distinta divisa, quienes presuntamente se asociaron con los carteles de la droga.

Siempre se ha manejado, a nivel de trascendidos, la virtual relación entre un sector de políticos y grupos ligados con la corrupción y al crimen organizado.

Son varios los líderes y dirigentes que han figurado en las planillas de distinto signo político y que han sido mencionados por haber entrado en componendas oscuras y pactos sucios con estructuras del delito.

La política hondureña, en diversos grados, se ha ido impregnando de la suciedad del narcotráfico y de la corrupción. Hoy día, son nutridos los círculos de políticos, de quienes se afirma, están comprometidos con las mallas del crimen transnacional.

De ahí que haya crecido la presión de vastos sectores de la hondureñidad, tendiente a que se "ponga ojo" al financiamiento político, particularmente en los departamentos donde históricamente han operado los grupos delictivos de alto impacto.

Las instituciones partidarias de nuestro país están abocadas a realizar una radical limpieza de sus filas, con el fin de garantizar que quienes lleguen a cargos de poder tengan una calificación de "intachables", lo que significa que ni siquiera se ponga en duda su "idoneidad", "rectitud" y "honorabilidad".

¿Qué lecciones nos deja el presente episodio de Antonio Hernández, caracterizado por las escandalosas declaraciones de cabecillas de grupos criminales que han involucrado a políticos hondureños en sus quehaceres?

Se desprenden muchas líneas de reflexión, en tanto tienen un significativo impacto sobre la institucionalidad y la democracia de nuestra Honduras, expuestas a una convulsión en sus diferentes órdenes.