El fin de año se celebra en Honduras como una continuación de las fiestas de Navidad y al igual que el 24 de diciembre muchas personas asisten a los cultos religiosos, realizan las cenas familiares, los bailes en los hogares y se queman los productos elaborados con pólvoras, entre otras tradiciones.

Con gran expectación se espera que el reloj marque las doce de la noche para recibir al año nuevo y dar ese caluroso y sincero abrazo a los amigos y familiares, deseándoles que todas sus metas y sueños se hagan realidad en el nuevo año.

En la fiestas hogareñas para despedir al año viejo, nunca faltan la canciones propias de la temporada como “Aquellos Diciembres”, “Yo no olvido el año viejo“, y “Faltan cinco para las doce”, que generalmente las radioemisoras la insertan cuando quedan pocos minutos para la medianoche y que a algunos les arranca una que otra lagrima, aunque la felicidad siempre se impone.

En algunas comunidades fabrican monigotes que representan a personajes o al año viejo y le prenden fuego a las doce de la noche, como una forma de dejar el pasado en las cenizas y plantear nuevos retos para cumplirlos en el nuevo año, que por lo general llega cargado de ilusiones.

En la ciudad de El Progreso, cuando no se había extendido tanto y su población era mucho menor, se acostumbraba a esperar el anuncio de las doce de la noche a través de la doce campanadas del reloj del parque Ramón Rosa, del cantar de las campanas de la iglesia Las Mercedes o del pito de la máquina del tren ubicada en la zona de “La Compañía”.

Después de las doce de la noche se sirve la tradicional Cena de Año Nuevo y se continúa con la fiesta que en muchos casos se prolonga hasta el amanecer, ya que el primero de enero es un día feriado, cuando casi nadie trabaja y por lo general las calles en las primeras horas lucen bastantes desoladas.

Por: Mario Rodríguez (El Ribereño)