No será sino hasta septiembre que estará definida la influencia de los fenómenos de "El Niño" o "La Niña" sobre las condiciones climáticas en Honduras.

Casi todos los modelos pronostican que la mayor probabilidad es que Honduras continúe en una etapa indeterminada hasta el noveno mes de este año.

Los estudios realizados enfatizan en un hecho: Aunque El Niño está en su fase neutra, las temperaturas de la superficie del mar se elevarán más respecto al promedio de los meses de abril y mayo.

Esta condición siempre se ha reflejado en una irregular estación lluviosa, han alertado los expertos del Centro de Estudios Atmosféricos, Oceanográficos y Sísmicos (CENAOS).

De acuerdo con un informe de la Comisión Permanente de Contingencias (COPECO), los modelos norteamericanos y europeos concluyen que las temperaturas serán más altas que la media entre febrero y julio.

Los mismos análisis arrojan que las lluvias que eventualmente se presenten entre mayo y julio estarán dentro de los valores promedio; sin embargo, la elevación de las temperaturas repercutirá en una distribución muy irregular de las precipitaciones.

Otros patrones sobre el estado del tiempo que primará en febrero y abril, señalan que habrá menos lluvia que el promedio en la mitad de la zona oriental de Honduras.

Las proyecciones atmosféricas subrayan que la sequía se reflejaría con mayor crudeza en La Mosquitia y en los departamentos de la región sur: Choluteca y Valle.

Concluyen tales pronósticos que la mala repartición de la lluvia durante años anteriores ha profundizado el manto freático, lo que repercute en una disminución en la producción de aguas subterráneas.

También ha provocado el total agotamiento de los pozos, un problema que se agudizaría en los meses de marzo y abril de 2020, cuando se presenten las temperaturas más elevadas y una drástica falta de agua.

Aunque todavía hay incertidumbre en cuanto al comportamiento de las lluvias de primera, la subida en la temperatura ambiente podría estar relacionada con una repartición anormal de las precipitaciones.

Esto, a su vez, impactaría en una raquítica producción agropecuaria, una carestía de alimentos y un alto riesgo en la seguridad alimentaria de la población, a menos que se lleven a cabo de manera oportuna programas de cosecha de agua y de riego, sobre todo en el Corredor Seco.