Ha dado mucho de qué hablar la disposición emanada del Poder Ejecutivo de intervenir la Empresa Nacional de Energía Eléctrica para enfrentar su deficitaria condición administrativa, financiera y de operación.

La Comisión Interventora tendrá la tarea de explorar las avenidas para sacar de su desgracia a la estatal eléctrica, una misión imposible habida cuenta la falta de signos vitales en el estado general de la Enee.

Todos los esfuerzos por sacar adelante a la empresa de servicio público han sido un completo fracaso. Ya se había llevado a cabo una pre-intervención que, a final, resultó en nada.

Fue inútil el plan de acciones desarrollado con el objetivo de colocar las bases de la transformación de todo el sub-sector eléctrico; al menos, es una obra que se dejó a medio camino y se echó a perder.

Ha salido a relucir el trillado expediente de construir una estrategia y un plan de acción para rescatar la operatividad, ordenar las finanzas y volver competitiva a la empresa que,en el breve plazo,será dividida en tres unidades de negocios.

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En el fondo, lo que ha existido es una falta de visión y de voluntad. Ahora la institución carga con pérdidas acumuladas que llegan a la monstruosa cifra de 70,000 millones de lempiras.

Hasta noviembre del año pasado, registraba cuentas por pagar a los proveedores por 15,000 millones de lempiras y una deuda interna y externa de largo plazo que pasó de 32,000 millones a 34,000 millones de lempiras.

Tanto en las recientes como en la presente gestión gubernamental, ha quedado en evidencia la incapacidad para administrar la crisis de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica.

Ahora mismo, el debate alrededor de las iniciativas encaminadas a mantener viva la Enee es insulso. Los políticos y los empresarios se han enfrascado en bochornosas confrontaciones ayunas de verdaderas propuestas.

Y la administración gubernamental redunda en el desgastado esquema de la intervención que –en el caso de otras entidades que han sido sometidas a la misma operación- resultó en un fiasco.

La intervención de la entidad terminará por ser un nuevo fraude si el proceso no es llevado sobre la base de la recuperación de las pérdidas que sobrepasan el 30 por ciento, la revisión de tarifas justas y la renegociación de los contratos leoninos que solamente han beneficiado a los políticos y a los generadores.

Las debilidades del sector energético son varias. Y en tanto estas alteraciones no sean sorteadas, Honduras no podrá salir del circuito cerrado en que se encuentra, ni contar con un aparato de energía eléctrica capaz de empujar la transformación del país.