La constante en la casi totalidad de los centros de enseñanza públicos del país son los problemas en su infraestructura, la falta de espacios para más aulas, la limitada disponibilidad de material pedagógico y el reducido acceso a los servicios públicos.

Las evaluaciones focalizadas muestran una situación calamitosa. El 40 por ciento de las instituciones no tiene energía eléctrica y el 19 por ciento no cuentan con acceso a agua potable.

Más del 30 por ciento; esto es, 4 mil establecimientos, no tiene alcantarillados. Otro dato: El 80 por ciento de las instituciones ha recibido textos, pero no son suficientes. Al menos la cuarta parte de los estudiantes no utilizan esos materiales o libros.

Para males mayores, siete de cada diez establecimientos de enseñanza tienen problemas en su infraestructura, un índice que –en algunos casos- alcanza el 90 por ciento.

Además, 23 de cada cien escuelas y colegios a nivel nacional (unos 5,400), funcionan en predios cuya situación legal todavía no está determinada.

Son cifras y por ciento bastante prolíficas, pero encierran toda la desgracia que vive nuestro sistema educativo en su infraestructura y en el acceso a servicios, sin tomar en consideración la mediocridad en el rendimiento de los alumnos y en el desempeño de los docentes.

La inversión de recursos para la instrucción de los niños y jóvenes tampoco es la que debería en su equidad. Nuestro país destina un poco más de 900 dólares por cada persona que tiene la edad para ser atendida por el sistema educativo.

En esta materia, lo sustancial se convirtió en intrascendente o en líneas relegadas a segundo plano, pese a los compromisos asumidos en el papel por los políticos de ayer y de hoy, acostumbrados a pronunciar discursos "grandilocuentes" y "montados" sobre la gestión educativa en Honduras.

Esto explica por qué nuestro país ocupa los primeros escalones entre los que presentan los índices más altos de ignorancia, sub-desarrollo, desigualdad y rezago.

Las condiciones desfavorables en que son impartidas las clases y el pobre entorno en que se desarrollan los menores en sus escuelas y colegios son muchas. Representan una "historia muchas veces contada" y una deuda nunca honrada.

Hay que entender que nuestro país no podrá avanzar si cada uno de los actores del sistema educativo no asume sus compromisos, ni alcanza los niveles de razonamiento y sabiduría que nos lleve a entender que el desarrollo se construye sobre los cimientos de una educación con calidad e inclusión.