Los descomunales yerros que siguen cometiendo las agencias de investigación y la torcida impartición de la justicia en el país son un caldo de cultivo de la impunidad.

Sin contar todos los asombrosos casos de su especie ocurridos en el pasado, dos hechos nos han confrontado unos cuantos días atrás. El primero es el expediente de Alexis Romero, cabecilla de la Pandilla 18, detenido en una zona privilegiada de San Pedro Sula, Cortés.

Lo que se pone entre signos de interrogación y exclamación es que este sujeto de alta figuración en las estructuras criminales ya había estado recluido en un módulo de máxima seguridad, pero -inexplicablemente- recuperó su libertad y, gracias a ese trato benévolo de la justicia, pudo reorganizarse en sus quehaceres delictivos.

Otro capítulo sospechoso que igualmente coloca en entredicho la aplicación de las leyes y la eficacia del aparato de investigación ocurrió en Tegucigalpa la semana anterior.

¡Toda una paradoja!: Un sujeto de nombre Luis Enrique Núñez, conductor de una jueza asignada a la estructura antiextorsión, fue detenido luego de una persecución policial que dejó al descubierto que este individuo utilizaba el auto asignado para cobrar el impuesto de guerra en varios sectores de la actividad económica.

Preocupa el descrédito que se ha venido encima del aparato de justicia y de investigación nacional. Es de varios quilates la denuncia que da cuenta que existe una red de abogados al servicio de los grupos criminales que se han dedicado a amedrentar y sobornar jueces.

Pese a todos los esfuerzos realizados para fortalecer la investigación, las deficiencias son muchas en esta materia y están retratadas en los datos que señalan que ocho de cada diez hechos criminales están empantanados en la impunidad.

Es inobjetable que el elemento más débil de la plataforma de seguridad es justamente la investigación criminal que vuelve más retorcida y mediatizada la administración de la justicia.

Un hecho es palpable: La erradicación de la violencia criminal depende mucho de que Honduras logre implantar un aparato de investigación y de inteligencia coherente, sólido y efectivo.

Es evidente que, en este cometido, existen muchos desaguisados que hay que corregir, porque hacen tambalear la justicia y favorecen los intereses de impunidad proclamados por las asociaciones criminales.