Respecto al año anterior, la demanda de energía eléctrica se incrementará en 2020 en alrededor de 12 megavatios-hora. De 1,680 megavatios en 2019, pasará a 1,692 megavatios en el presente período.

Las necesidades de suministro aumentarán en 37 megavatios en 2021, cuando se calcula que la demanda rondará los 1,729 megavatios por hora.

Para 2022, el consumo alcanzaría 1,785 megas y en el período entre 2023 y 2027 la demanda podría crecer entre 60 y 70 megavatios por hora.

El primer bimestre del año pasado, los funcionarios de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE), afirmaron que el país no corría el riesgo de un déficit, a causa de la determinación de suspender la licitación de 240 megavatios.

Entre los principales argumentos se esgrimió que el país contaba con una disponibilidad cercana a los 1,800 megavatios, suficientes para cubrir una demanda de 1,600 megas.

Las cifras no resultaron exactas, ya que en los últimos tres años, el déficit de potencia contratada se triplicó. También se profundizó el desbalance en las "horas pico".

Para el caso, en 2017, este desbalance fue de 30 megavatios; en 2018 el faltante se elevó a 48 megavatios; y en 2019 se cuantificó en 93 megavatios.

Entre 2010 y 2018, la capacidad instalada de energía hídrica pasó de 500 a 700 megavatios, mientras la potencia disminuyó al pasar de 990 a 895 megas.

En la fuente de biomasa, el potencial productivo se movió de 90 a 210 megavatios, según los reportes de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE).

Hace dos años, la capacidad instalada de energía solar llegó a 480 megavatios; la eólica superó los 220 megavatios; la energía generada a partir de carbón se situó en 135 megas y la geo-térmica se ubicó por encima de 30 megavatios.

La energía renovable ha desplazado a la térmica en los últimos diez años. En tanto la originada en combustibles disminuyó de manera regular, la generada de las llamadas fuentes limpias creció en cinco por ciento.