Tal y como estaba previsto, el nuevo virus ya comenzó a cobrar víctimas mortales en Honduras, un país con un sistema de salud agónico, un aparato productivo flagelado y la mayoría de la población desesperada por el estado de emergencia absoluta.

Lo que menos nos conviene en estos momentos es entrar en pánico y salir a tropel a las calles, en busca de productos de consumo básico, agua, medicinas y en demanda de servicios esenciales.

Justamente para garantizar el acceso a los alimentos, fármacos y a las entidades bancarias y financieras, desde este día está en vigencia un esquema segmentado de acuerdo con el número de identificación de la población.

Sin ingresar en un estado de terror, es necesario que reflexionemos sobre las proyecciones oscuras de médicos especialistas, colocados en la primera línea de la batalla contra el covid 19 que ha sido calificado como un “enemigo monstruoso”.

Se trata de estimaciones preocupantes que hay que tomar en cuenta si no queremos enfrentar una situación irreversible; tampoco una circunstancia que nos lleve hacia una tragedia de proporciones infernales.

Con mucho cuidado hemos dado lectura a los informes que nos advierten que por cada caso positivo, existen al menos mil personas contagiadas. Esta relación nos llevaría a concluir que, en estos momentos, el país tendría más de 100 mil infectados.

Un dato pone en perspectiva el peligro a que estamos expuestos. Y es que si de aquí a la primera semana de mayo Honduras llega a contabilizar un millar de episodios confirmados de covid 19, entraríamos en un punto sin retorno.

A la luz de tales cálculos, Honduras ya no podría controlar la crisis sanitaria en razón del indetenible incremento de casos y los médicos estarían rebasados en su capacidad de atención.

Los hospitales no contarían con el suficiente número de camas ni con el equipo requerido para atender a los enfermos críticos; peor, aún: Los mismos médicos, enfermeras y personal técnico caerían poco a poco, infectados por el virus.

No son buenos pronósticos. Ahora que se han confirmado los primeros decesos a causa del Covid 19, todos debemos entrar en razón y unirnos al esfuerzo por detener el avance de la pandemia, catalogada como un asesino invisible.

No podemos permitir que llegue el momento en que los hospitales, los centros de salud y los sitios de confinamiento sean puestos en la encrucijada de discriminar las posibilidades de vida para tal o cual paciente.

Nuestro sistema sanitario está en dura prueba. También lo están la capacidad de respuesta del gobierno y nuestro sentido de responsabilidad de someternos a las restricciones de movilización y de distanciamiento social.

El cumplimiento de estas reglas básicas son las que nos permitirán salir con un mínimo grado de ventaja frente a un enemigo que mantiene en vilo a todo el mundo, cuanto más en angustia a los hondureños.

Sabemos que son tiempos difíciles, días de tempestad y horas de incertidumbre. Pero solamente la fuerza de la unidad alrededor de un único objetivo hará posible que todos superemos la crisis y que regresemos a la normalidad para trabajar con más ahínco, consciencia, compromiso y sentido humanitario por el bienestar de esta Honduras.