Estamos ante el potencial riesgo que se desate una emergencia por casos de coronavirus, una peste que ya ha causado al menos 17 muertes en China.

La alarma se ha profundizado, porque el mortal virus ha llegado a América, concretamente a Estados Unidos, mientras en México, Brasil y Colombia se da seguimiento a expedientes sospechosos.

Esto hace presumir que no está lejano el día en que cuadros de esa naturaleza sean diagnosticados en nuestro país, aunque algunos  expertos estiman que no hay motivos para crear alarma.

Haciendo mérito de la desgracia y vulnerabilidad en que se encuentra nuestro aparato sanitario, las medidas adoptadas frente a la nueva amenaza resultan ser retardadas y hasta disimuladas.

Esto es así, porque -en términos generales- nuestro país nunca ha contado con un sistema de respuesta pronta ante las emergencias epidemiológicas. Todo se limita a un abordaje fragmentado de las mismas.

Es sabido que nuestro país no tiene la capacidad ni cuenta con una plataforma para gestionar una situación crítica de salud como la que impacta a varios países de Asia y que rápidamente se ha propagado a América.

No es leve el diagnóstico. Los especialistas han advertido que están en la curva de conocimiento de nuevo virus y lanzado un diagnósticos lapidario: La enfermedad seguirá desarrollándose.

De hecho, el virus ya ha evolucionado desde las primeras etapas de detección y continuará mutando con mayor virulencia respecto al Síndrome Respiratorio Agudo que, en su momento, causó cerca de 800 muertes, principalmente en China.

Debemos, entonces, estar a la expectativa. Los hondureños siempre hemos estado expuestos a las plagas que han cobrado centenares de víctimas y que han mostrado el estado cadavérico de nuestro sistema de salud.

Somos uno de los más frágiles ante las pestes. Sólo las últimas seis epidemias de dengue han causado casi 300 muertes, a lo que agregamos las circunstancias patéticas que han provocado el zika, chikungunya, influenza y el mal denominado "láfora" hace apenas unos años.

Como ha acontecido en el pasado, cuando otras epidemias han impactado fuertemente y sin piedad en nuestra población endeble, el coronavirus es una plaga que puede caernos encima.

Estaríamos frente a "lo peor", dentro de un sistema de salud en ruinas, moribundo y excluyente que no se recupera de su postración. ¡Toda una apatía suicida que hay que dejar atrás para ofrecer servicios eficientes de salud a la población mayoritariamente enferma como es la de Honduras.