Siempre que se pone en debate el tema de la devaluación, el mercado financiero suele saturarse de inquietudes, los inversionistas e importadores entran en muchas preguntas y la ola especulativa en el costo de los productos y servicios toma fuerza.

La depreciación de la moneda es un proceso que genera cierta incertidumbre entre algunos sectores o alienta buenas perspectivas en otros actores de la economía.

En torno a la disminución del valor del lempira frente a otras divisas, los versados en la política cambiaria han establecido un marcado contraste entre lo que es conveniente para imprimirle energía y buena dosis de salud a la economía y aquello que más bien le resta fuerza al Producto Interno Bruto.

A la devaluación se le considera un mal indicador en materia económica, porque –según los teóricos- es la pérdida de poder económico de un país frente a sus socios internacionales.

En el otro extremo, se define como un procedimiento financiero con causas y consecuencias que suelen ser parte de las estrategias en materia económica, cambiaria y monetaria.

Nuestra moneda de curso se ha deslizado este año en unos 20 centavos, pues ha dado un salto de 24 lempiras con 80 centavos en enero a 25 lempiras por cada dólar en mayo.

El Banco Central ha desvirtuado que exista una presión tendiente a que el lempira se precipite y presentado los informes que apuntan que nuestra moneda se ha depreciado en 1.57 por ciento, mientras el peso mexicano se ha deslizado en 28 por ciento y el euro ha experimentado una caída de tres por ciento.

Un importante segmento de empresarios, industriales y banqueros, concuerdan en que no hay razón para que el lempira se devalúe, menos en la actual pandemia, aunque se trate de unos cuantos centavos.

Estas consideraciones se fundamentan en que el precio internacional del petróleo ha tenido un derrumbe importante y, especialmente, porque Honduras cuentan con un fuerte respaldo de alrededor de 5,800 millones de dólares en reservas internacionales, un monto suficiente para cubrir casi seis meses de importaciones.

Reputados banqueros como don Jorge Bueso Arias, han hecho anotaciones que es oportuno contrastar: ¿Es cierto que el Banco Central de Honduras mantiene el monopolio del mercado del dólar?

¿Tiene cimiento lo denunciado respecto a que los activos en lempiras están creciendo y que ello redunda en ganancias para la entidad rectora de la política cambiaria sin que se conozca el destino de tales recursos millonarios? 

En una era de crisis como la que predomina en Honduras, lo que menos conviene es que se desborde el desasosiego. Lo importante es que las autoridades responsables tomen las disposiciones cambiarias y monetarias más atinadas en beneficio de la mayoría del pueblo hondureño y no de unos pocos.

Porque normalmente la devaluación es asociada con una pérdida del poder adquisitivo de la población, el deterioro de los salarios, una mayor inflación y elevados niveles de pobreza. Todos estos elementos combinados resultan ser un infortunio mayúsculo en tiempos de emergencia, plagas y calamidad.

Por lo mismo, conviene analizar concienzudamente, con transparencia, sin medias tintas y en el contexto debido, un tema tan árido como es el de la devaluación, sus consecuencias y justificaciones.