Calamidad. Este solo término refleja lo que sucede en todo el aparato productivo nacional, a resultas de la temporada de sequía que se ha extendido por ocho meses.

Los pronósticos no pueden ser más negativos y hasta apocalípticos. Sólo tendremos dos meses más de lluvias para obtener los frutos de la tierra en el ciclo de postrera, si es que la naturaleza es bondadosa y las precipitaciones se producen en un patrón regular.

No tiene parangón lo que ocurre en la actividad productiva. La escasez de agua ha generado una ruina generalizada; esto es, en los rubros del maíz, los frijoles, el arroz, el café, las verduras, las frutas, los camarones y la ganadería.

Conocemos que las pérdidas en el renglón de los granos básico llegan hasta el 70 por ciento en los departamentos en los que recae la mayor carga de la cosecha como son: Olancho, El Paraíso y Yoro.

Y en cuanto a la actividad ganadera, se sabe que la producción de leche se ha venido abajo en un porcentaje importante, a lo cual se agrega la muerte de especímenes de ganado bovino en proporciones alarmantes.

Es inconcebible la displicencia con la cual han actuado las instituciones del sector público agrícola para atender la actual emergencia en la plataforma agraria, acuícola y ganadera.

No es extraño, porque así ha ocurrido en otras temporadas cuando nuestro país ha sido castigado por los fenómenos climáticos. Los estragos causados en estas oportunidades no han sido tomados como precedentes válidos en la adopción de un plan de contingencias.

Por esta misma razón es que es calificado como reprochable que se haya dilatado la declaración de emergencia en el aparato productivo, en lo que es considerada una manifestación de indiferencia frente a un tema vital como es la seguridad alimentaria de la población, de por sí arrastrada por la pobreza, el hambre y los efectos cada vez más desastrosos del cambio climático.

La sequía es una plaga que nos persigue ferozmente. Ante esta irrefutable verdad, los funcionarios del sector agrícola deberían abandonar la costumbre de maquillar las cifras sobre la asistencia técnica y crediticia a los productores y enfocarse en la elaboración de una política integral.

Es imprescindible también el acompañamiento de los industriales y campesinos en la planificación de las faenas en el campo. En suma, se trata de volver la mirada a la tierra, donde están las raíces de la riqueza.

¿O vamos a perecer en el desierto?