Ya le hemos dado la bienvenida a 2020, un año que se perfila difícil para nuestro país.

Como parte de las naciones en vías de desarrollo y con algunos de los peores indicadores en las materias social, económica y política de la región.

Hemos dejado atrás un año que estuvo determinado por la expansión de la pobreza, la profundización del descontento de amplios sectores sociales, la desaceleración económica y la colocación de más trabas a la lucha contra la corrupción.

Durante el año que acabamos de despedir se nos alertó acerca de los tropiezos que se presentarían en 2020 en los renglones que han sido los que más nos tienen sometidos a condiciones desfavorables de vida.

El Producto Interno Bruto no evolucionó en 2019 como estaba proyectado y, para este año, no se espera que termine el tiempo de penurias.

En nuestro país seis de cada diez hogares viven en la pobreza, un mal estructural que ha arreciado en los últimos años, con todo y que se considera que cada año son destinados a su alivio al menos 24,000 millones de lempiras.

Y si no hubiese sido por las remesas, el nivel de la pobreza se habría disparado en dos puntos más. ¡Vaya revés! Para las políticas asistencialistas y de ropaje populista implantadas antes y ahora en nombre de los excluidos.

De ahí que es real el descontento de significativos sectores del país que claman por un cambio en el actual estado de cosas, que la democracia funcione y que la clase política cumpla -por fin- sus promesas empeñadas, pero nunca reivindicadas.

Albergamos la esperanza de que se detenga la tempestad que el año pasado hizo que varias empresas concluyeran sus operaciones o que anunciaran el cierre de sus actividades en Honduras por el entorno hostil para su desarrollo.

De ello depende que en el país se genere riqueza, se multipliquen los puestos de trabajo y se incremente la productividad, condiciones éstas que son vitales para producir bienestar general.

Para procurar la justicia, la equidad y el progreso es prioritario, igualmente, montar la estructura de la transparencia y de la rendición de cuentas, un rubro para el cual se han determinado tristes proyecciones.

La situación por la que atraviesa el país es bastante pedregosa. Siempre resulta difícil transitar desde un camino lleno de avatares hasta un sendero floreciente. Todo está condicionado al empeño puesto en ese cometido.

En 2020 precisamos imprimirle más fuerza a la batalla contra la pobreza, la indigencia, la desocupación y los altos niveles de corrupción, impunidad y violencia criminal que nos coloca en estado de vulnerabilidad.